De lobos sabe el pueblo de Villardeciervos, el pueblo y también su ganado; y es que la Sierra de la Culebra es territorio lobero por excelencia.
El lobo ibérico, cuyo origen y desarrollo radica en la península ibérica, es algo más pequeño que los lobos europeos. Porta una cabeza grande y maciza, y pequeños ojos de color amarillento. Es característico su hocico con unas manchas blancas denominadas bigoteras. Al nacer, presentan tonos oscuros uniformes en su pelaje que con el tiempo se va tornando heterogéneo, con una mancha oscura a lo largo de la cola, pasando a conferirle honor a su propio nombre Canis Lupus Signatus, puesto que signatus es el término latino para la palabra marcado.
El lobo es un depredador, “no es únicamente un animal que come, sino, sobre todo, un animal que caza”, en palabras que Ramón Grande del Brío recordaba pronunciadas por Manuel Gallego, Manolín, en su Libro Tras la Senda del Lobo. Como gran depredador que es, tiene una dieta basada en presas cazadas aunque pueda ser rival de la alimentación de aves carroñeras en raras ocasiones. Consume también algunos alimentos de origen vegetal como frutos silvestres.
La Sierra de la Culebra alberga la mayor concentración de Lobo Ibérico de toda la Península Ibérica.
El Lobo Ibérico a lo largo de varias décadas ha sido objeto de estudio por parte de Ramón Grande del Brío, Doctor en Historia y Naturista, quien, en el año 2005 publicó el más arriba citado libro Tras la Senda del Lobo en homenaje a Manuel Gallego Rodríguez que fuera en otro tiempo residente en Villardeciervos y Guarda Mayor en la Sierra de la Culebra. “Como todos los grandes maestros, Manolín, practicaba la ciencia de enseñar lo que únicamente cabe aprender mediante la observación en el campo”.
De la mano de Ramón Grande, nos llegan las palabras que algún día pronunciara Manolín con referencia a la acompañada soledad del monte de Villardeciervos y a los viajeros que en él se adentraban…
“El monte es muy escogido y no acepta a cualquiera, sino a quien sepa escucharlo”.
“Con tranquilidad,
y su penetrante mirada,
un precioso lobo me observaba.
Y yo le decía:
estamos solos los dos,
con ganas de compañía.
Tenemos que vernos más,
él me aconsejaba,
a la vez que se alejaba.
Y a mí, mientras se iba,
de ser lobo, envidia me daba,
viéndolo dueño de su libertad.”
Manolo Gallego Rodríguez